Domingo 12 de septiembre – exactamente a treinta años de distancia del golpe de Estado militar que impuso el orden constitucional actual – Turquía se expresará mediante un referendum popular sobre el paquete de reformas constitucionales propuestas por el partido de mayoría AKP.
Para Ankara es un momento fundamental en su camino para la recuperación de la soberanía nacional, con implicaciones importantes en el escenario del cercano oriente y en la política de estrecha colaboración con los países del área que el primer ministro Erdoğan y el ministro de asuntos Exteriores Davotoğlu están llevando a cabo.
Una política que ha sido obstaculizada por los ambientes internacionales “occidentales” fuertemente representados en Turquía por el lobby militar/judicial.
Un artículo aparecido en The Wall Street Journal, firmado por Ayan Hirsi Ali (y traducido en El Occidental), ilustra la consideración que el mundo atlántico-occidental tiene por el país de la Media Luna: “(…) La ilusión de una Turquía como amigo moderado de Occidente se hizo trizas. Hace un año el presidente turco Recep Erdoğan se complació con el iraniano Mahmoud Ahmadinejad por su reelección, luego que aquel había robado despudoradamente la presidencia. Sucesivamente, Turquía unió sus fuerzas con las de Brasil con el intento de diluir las tentativas, conducidas por los americanos, de intensificar las sanciones de las Naciones Unidas orientadas a paralizar el programa de armamento nuclear iraní. En tiempos más recientes, Turquía ha patrocinado la “flota de ayuda humanitaria” con el intento de abrir una brecha en el bloqueo israelí de Gaza y entregar a Hamas una victoria en el campo de las relaciones públicas. Es cierto, en Istanbul existen todavía seculares que aún veneran la herencia de Mustafá Kemal Ataturk, fundador de la república turca. Pero no poseen niguna influencia en los ministerios estratégicos del gobierno, y también su influencia en el ejército demuestra ser cada vez menos sólida. Actualmente el debate en Istanbul se funda más bien de modo abierto hacia una “alternativa otomana” que hace referencia a los tiempos en que el Sultán gobernaba un imperio que se extendía desde el Norte de África hasta el Cáucaso”.
Cumhuryet, el mayor diario turco, desde siempre opositor de Erdoğan, titulaba en primera página el pasado 26 de agosto: “Se han adueñado de la policía” (polisi ele geçirdiler), haciendo hincapié en las conclusiones de la americana “Relación Straftor” sobre “Islam, laicismo y enfrentamiento para la Turquía del mañana”. “Después de treinta años de profundo trabajo – se observa en la relación- AKP y el movimento de Gűlen (el ambiente intelectual y social que se consolidò alrededor del pensador Fethullah Gűlen, n.d.r.) han alcanzado los objetivos de los islamistas, tomando ventajas sobre los laicos (…) la Policía y su correspondiente servicio de inteligencia han entrado en la esfera de influencia del AKP (…) El movimento de Gűlen ha alcanzado posiciones importantes en el campo de la educación (…) ahora el AKP lo que quiere también – modificando la Constitución- es poner bajo control la Magistratura”.
La realidad es que las enmiendas constitucionales (de los artículos 10 – 15 – 20 – 23 – 41 – 51 – 74 – 84 – 94 – 125 – 128 – 129 – 144 – 145 – 146 – 147 – 149 – 156 – 157 – 159 – 166 de la Constitución) finalmente comprometerán, si las aprueba el electorado, el prepotente predominio de los ambientes militares y judiciales, también impuesto constitucionalmente después del golpe de Estado del 12 de septiembre de 1980 y abiertamente respaldado por los americanos.
Reestructuración de los anómalos poderes del Consejo de Seguridad Nacional – expresión del incontenible poder de las Fuerzas Armadas-, reforma parcial de la Magistradura y mayor peso del Parlamento; límites a las prerrogativas de los tribunales militares; reconocimiento del derecho de huelga y de los derechos personales (igualdad ante la ley, derecho a la privacy): estos son los aspectos más sobresalientes, en espera – si el electorado lo quiere- de un total reexamen de la Constitución. Mientras tanto, la propuesta de un referéndum para una mayor y profunda reforma del Consejo General del Poder Judicial ha sido – con declaración notablemente facciosa de parte de la Corte Constitucional- rechazada por ser declarada ilegítima, mientras que otro aspecto sobresaliente – la abrogación del poder de la Suprema Corte de considerar ilegales los partidos políticos, poder que ha sido repetidamente utilizado para alterar el cuadro político – no irá al referéndum, puesto que el Parlamento, por sólo tres votos, no ha alcanzado el quórum necesario para introducirlo en el “paquete”.
Darbe utancum için: EVET (Para acabar de una buena vez con la infamia de los golpes de Estado: vota sí en el referendum) es uno de los eslogan del comité promotor, apoyado por el AKP, el recuerdo de Ergenekon (la Gladio turca) y de sus complot sanguinarios se cierne sobre el país.
El mundo político se divide entre el evet (sí) y el hayir (no) en modo no ritualmente transversal, lo que demuestra que en Turquía las viejas categorías políticas no valen un comino. Por el hayir toman partido el CHP – los laico-kermalistas de centro izquierda- el MHP – nacionalistas de derecha – el BDP- partido filo curdo que ha tomado el lugar del anterior DTP, censurado por la Corte Constitucional– el DSP y el DP, formaciones de izquierda. El BDP se manifesta por la verdad y por el boicoteo del referéndum, mientras que en la izquierda se observa una especie de insurrección de parte de muchos militantes del DSP que votarán evet, desobedeciendo las órdenes del partido.
Por el sí, además del AKP, el SP –partido ligado con la fe islámica – y los nacionalistas minoritarios (respecto al mayormente consistente MHP) del BDP.
También la sociedad civil se haya dividida, junto a muchas ONG curdas que se han manifestado por el sí: Kezban Hatemi, célebre abogado de la familia de Hrant Dink, el periodista asesinado en 2007, afirma que, por lo general, las minorías étnicas y lingüísticas votarán evet.
La TUSIAD (la patronal turca) desde siempre recelosa hacia el gobierno de Erdoğan, ha demostrado gran despego hacia el evet, alineándose de hecho por el no. El escritor Orhan Pamuk, también él habitualmente poco amigo del AKP, ha sin embargo preanunciado su elección por el sí.
La Comisión de la UE, aun considerando el referendum “un paso adelante hacia la dirección justa” (Michel Leigh, Director general por la Ampliación), no se desmaya ante la desconfianza que caracteriza a Turquía: el portavoz de la Comisión, Angela Filote, ha destacado hace algunos días que “lamentamos que estos proyectos de reforma no hayan sido precedidos por un vasto debate abierto dirigido a la sociedad” (consideración verdaderamente peculiar, ya que desde hace algunos meses en Turquía está en curso un amplio y capilar debate), mientras que Stefan Fule, comisario por la Ampliación, ha encarecido: “Estamos preocupados por el modo en que la campaña referendaria se está llevando a cabo”.
La palabra final la darán los electores, en un enfrentamiento que se prevé incierto: nosotros, sin embargo, pensamos que las razones del evet afortunadamente terminarán por prevalecer.